La Invención de la Libertad

Maximiliano Bellman, Cristian Espinoza y Cristian Martínez
Curaduría: Merlina Rañi
Cordinador de Espacio Contemporáneo: Santiago Bengolea
Auspició: Tenaris – Organización Techint
Inauguración sábado 12 de diciembre de 2015
Fundación PROA, Buenos Aires – Argentina

Esta muestra que se presentó del 12 de diciembre de 2015 al 28 de febrero de 2016, surgió a partir de una iniciativa del espacio contemporáneo de Fundación PROA, coordinado por Santiago Bengolea. La propuesta fue seleccionada dentro de una convocatoria nacional a jóvenes curadores.

Bajo los lineamientos de la convocatoria (generar una propuesta site specific que se desarrolle en cualquier parte del edificio exceptuando las salas de exhibición) presentamos junto a Cristian Espinoza, Maximiliano Bellmann y Cristian Martínez, La invención de la Libertad.

Se desarrollaron tres obras especialmente para la propuesta que componía un recorrido hacia el interior del edificio, presentando constantemente lo exterior inmediato como actitud sensible, hasta alcanzar como remate del interior, la máxima exterioridad.

Las tres obras que conformaron el recorrido tenían como rasgo característico la particularidad de ofrecer nuevos puntos de percepción sobre el exterior, herramientas para observar y obtener información del contexto amplificada, es decir, más allá de lo que podríamos obtener de nuestros sentidos directos.

Texto de exposición

Los muros establecen un límite en el territorio, los ojos y oídos solo perciben un rango acotado del espectro electromagnético; todo eso que queda después de los muros junto con lo que no percibimos, forma en niveles y planos nuestro contexto. Durante un recorrido que busca en el interior del edificio, lo exterior como actitud sensible, tres obras ofrecen nuevas lecturas del entorno, una relación dialógica entre exterior e interior, entre percepción directa y los fenómenos más allá de nuestros sentidos. (… seguir leyendo)

La experiencia de La invención de la libertad a nivel ejercicio curatorial fue muy particular y a la vez muy edificante. Por un lado, esta convocatoria se realizó por única vez y no tenía precedentes, sin embargo el espacio contemporáneo de PROA funcionó por muchos años, y tenía una linea editorial clara.

Pensar un proyecto Site Specific para un ambiente con tránsito y vida, que no estaba inicialmente previsto para la exhibición de obras y que a su vez, se instalaba en un museo de arte contemporáneo implicaba un desafío. Porque no se trataba solo de ocupar sus paredes y espacios disponibles, sino de convivir y dialogar con sus discursos y con su arquitectura.

El primer ejercicio consistió en hacer una serie de visitas al espacio, transitarlo y dejarnos atravesar por lo que el ambiente nos sugería. Sin duda el edificio se veía como una irrupción impoluta en un ambiente industrial y portuario, pero este no era el único vínculo que existía entre ese espacio de circulación de arte contemporáneo y su contexto, un barrio histórico donde converge lo cultural y lo industrial.

Después de recorrer varias veces los espacios posibles, encontramos una lógica en su recorrido en la que se destacaba la intención de establecer un vínculo constante con el exterior, una relación dialógica entre máximo interior y máximo exterior, en el que lo exterior se presentaba continuamente como actitud sensible, mientras que su interior como el receptor de esta potencia, un sistema donde disponer sus símbolos para proyectar su potencial.

Con estas percepciones en mente y la experiencia de cada uno en sus disciplinas, los artistas desarrollaron tres obras que a su vez eran dispositivos de observación del entorno. Con la premisa de expandir la experiencia que ya estaba resuelta en la arquitectura del espacio, inventando formas de acceder a ese máximo exterior en otras lógicas, de percibir y percibirnos en el espacio de una forma que desarticule lo preestablecido; con otros ojos, otros oídos, otros aparatos perceptivos que den relieve al orden industrial y mutante de la zona.

La propuesta consistió en disponer estas tres obras en el recorrido detectado, comenzando por Ruido de fondo de Cristian Espinoza, dispuesta en el foyer, espacio de circulación entre el auditorio, la librería y las escaleras.

Ruido de fondo de Cristian Espinoza

«Una nube de antenas, un abigarramiento de paramentos suspendidos por un sistema de tensegridad. Cada paramento recibe una señal sonora de este exterior inmediato y mediado por un mezclador, retransmite señales en distintas frecuencias desde el UHF al VHF; las frecuencias de un radiotaxi, de barcos o de radioaficionados, quizás de las radios FM, pueden ser captadas por las antenas de la obra, pero sobre todo las distintas calidades de ruidos: ruidos blancos, rosas, violetas, marrones y grises. Estos ruidos son esculpidos por la mezcladora de señales y volumen, también por la interferencia de los cuerpos en tránsito con su natural estática, y por los aparatos de radiofrecuencia con los que porten. Las ondas que llenan todo el contexto al que se abalcona PROA, son radiaciones invisibles que componen una capa de este territorio, y dan cuenta de la naturaleza de enjambre de acumulación industrial, mecánica, eléctrica y de ondas, que se manifiestan para nosotros.» Cita de Cristian Espinoza

Subiendo las escaleras nos encontrábamos con la segunda obra, Orquestación de frecuencias de Maximiliano Bellmann, dispuesta en una de las paredes de concreto donde anida el ascensor, un espacio tranquilo con posibilidad de contemplación, de espaldas al objetivo final del recorrido: la terraza.

Orquestación de frecuencias de Maximiliano Bellmann

El ciclo del día se repetía en reflejo a la vista de la ventana, pero cada vez proponiendo una transformación en la escala cromática que se traducía también en el sonido ambiente, modificado en una frecuencia “análoga” al color. La orquestación entre color y sonido transitaba distintas frecuencias de onda basadas en el espectro visible y proponía, de esa forma, versiones imaginarias del entorno. Al tergiversar lo establecido surgió esta composición audiovisual que funcionó como conexión entre los puntos sensibles de Ruido de fondo e Instrumentos, uniendo la luz y el sonido mediante la duración y el tiempo.

Por último nos encontrábamos con Instrumentos de Cristian Ariel Martínez, un tríptico de visores dispuestos en la terraza. El remate del recorrido, su máxima exterioridad.

Estos Instrumentos de Cristian Martínez ofrecían una lectura a la realidad que se instala como única posibilidad. La obra partía de que nuestra visualización del mundo es una noción sujeta a las características de nuestro aparato de percepción visual, capaz de captar una parte muy reducida del espectro electromagnético. Dentro las frecuencias que podemos captar, estos visores que contenían lupas y polarizadores ajustables, funcionaban como una herramienta para desglosar, descomponer, deformar, reordenar el espectro en busca de nuevos ángulos. Capas, Cónico y Tele estaban inspirados en los instrumentos de observación astronómica anteriores al telescopio, y ofrecían distintas posibilidades de encuadre y foco para redescubrir el lugar o enfocarse en el lenguaje estético propuesto.

La invención de la Libertad fue presentada a la convocatoria nacional, luego preseleccionada en un conjunto de 30 propuestas. Se presentó y defendió ante un jurado de teóricos, fue seleccionada en un conjunto de 4 propuestas y luego con unos ajustes se produjo para fin de ese mismo año. Dentro del ejercicio curatorial esta fue una experiencia muy enriquecedora, donde pudimos escuchar otras soluciones a la misma propuesta, y también ser escuchados, revisados y cuestionados por la forma propia de resolverla.

A partir de este momento entré en una tercera fase del ejercicio que se centró en la relación con la institución. Producir una muestra de arte en un marco de institucionalidad es un trabajo que implica la concatenación de muchas áreas, lo que tiene grandes beneficios y también mucha burocracia. Esta particularidad se tornó, para mí experiencia, una figura dentro del ejercicio curatorial, que tuvo buenas y malas repercusiones en el resultado final, pero que me ayudó a dimensionar y a aprender a desarrollar un trabajo a gran escala.

La aplicación de la muestra resultó como era deseado en un recorrido, y un recorrido que además era inevitable: difícilmente uno visitaría ese edificio sin pasar por esos lugares. Además existió una señalización intencionada. Sin embargo las obras nunca podían apreciarse como conjunto en el espacio sino en el desplazamiento y por ende en el tiempo.


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