Texto producido para la exposición La respuesta de los dioses de Diego Alberti en Laboratorio (Festival) presentada por Espacio Pla, del 22 de agosto al 12 de septiembre de 2018.
Sobre La respuesta de los dioses de Diego Alberti
La obra consiste en un mural realizado a modo de telar artesanal de leds programados.

Es de noche y todo está oscuro.
Un telar de semiconductores expresa un algoritmo, continuamente. Un jeroglífico que se imprime en la retina, luego implica un proceso de fototransducción. Tal vez nunca se repite, la velocidad hace que lo único y lo repetido pierdan sus contornos.
En un balance entre súper producción e inhibición de hormonas, el sujeto que recibe el pulso de información, sigue con su mundana vida. Y aunque por fuera mantiene la rutina, su sistema nervioso de vez en cuando entra en crisis.
En su esquizofrenia (para nada notoria externamente), el algoritmo imprime la siguiente fantasía:
Un hallazgo arqueológico arroja indicios de que los conocimientos de las antiguas civilizaciones y los más recientes logros de la nanotecnología, comparten una raíz común.
Gracias a los nuevos instrumentos de observación, pudieron detectarse vestigios de circuitos en los muros de una sala subterránea perteneciente a una antigua civilización perdida, que data del año 3000 a.c., en el actual territorio de Taiwán. A través de un minucioso análisis químico, pudo constatarse que los materiales empleados poseen propiedades conductivas. Extraños objetos fueron hallados en el recinto. Se ha demostrado que poseen propiedades muy similares a las de componentes electrónicos como diodos e incluso transistores.
Mientras los científicos se preguntan cómo puede haber tenido lugar un desarrollo tecnológico de esta índole en la antigüedad, un equipo compuesto por arqueólogos y técnicos informáticos formula que el increíble sistema hallado en la sala, podría tratarse de un telar de información, y los más audaces se atreven a sospechar vínculos con extraterrestres.
Una serie de imágenes que refuerza el relato; fin aparente de la fantasía.
Más que un jeroglífico es su estructura la que se imprime otra vez: el mensaje es una forma sin secreto y a la vez indescifrable.
La información sigue corriendo frente a las retinas del sujeto. Una absurda visualización de procesos infinitesimales le da espesor a esta mitología del millón en la que basa todo su afán de interpretación.
En un estado de compromiso con la real realidad, se pregunta : ¿cuál es el mensaje de todas las pantallas? ¿Existe un patrón detrás de la imagen representada que se comunica con el inconsciente? ¿O solo se trata de una montaña de datos que se acumulan y se seguirán acumulando mientras dure la energía?